
Tras tres cursos de preparación de las familias y los niños, se ha considerado que ya son conscientes del paso que van a dar: ya son cristianos adultos para comulgar, es decir, para compartir la misma suerte que corrió Jesús. Por eso al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo lo que hacemos es compartir la misión que nos ha mandado: "Vayan a evangelizar por todo el mundo".
Al mismo tiempo que felicito a los niños y niñas por su primera comunión, y a sus familias, les pido una cosa: que no se quede en la primera y última. Un verdadero seguidor de Jesús, sabiendo que Él está presente en la Eucaristía con su Cuerpo y con su Sangre, no desperdiciaría la posibilidad de encontrarse cara a cara, cada semana en la misa dominical. No podemos seguir con unas familias que después de tres años de estar haciendo la catequesis, primero los padres, y conjuntamente, luego, sus hijos, para que todo acabe el día en que reciben a Jesús por primera vez, y lo abandonen para siempre. Éste sería el primer día de su nueva vida como cristianos adultos que participan plenamente del Cuerpo y Sangre del mismo Cristo.
Vean este pequeño recorte de un periódico que a modo de humor nos dice y nos interpela sobre qué estamos haciendo con la primera ¿y última? comunión.
Ánimo a todos. No nos quedemos sólo con los regalos que vamos a recibir, ni con la fiesta que vamos a celebrar. Esas cosas pasarán, pero el día de tu primera comunión, aunque sea la última, nunca lo olvidarás.
Espero verles a todos en los domingos sucesivos en las misas parroquiales.