martes, 14 de septiembre de 2010

INVENCION DE LA SANTA CRUZ

(Cristo de la Vera Cruz, Parroquia san Agustín - Las Palmas de G.C.)
Fiesta de gran tradición; se celebraba en Jerusalén en el siglo V. Cuando llegó la paz para los cristianos con Constantino, buscaron el leño de la cruz. Creyeron encontrarla en el lugar en donde la tradición decía que estuvo el Gólgota. Fue un relámpago que iluminó el cielo. Desde entonces, la cruz, el leño de la cruz, la madera santa, se convirtió en el signo público y privado de los cristianos. El signo de la cruz.
Ahí está; ahí lo tenemos. También nosotros, mordidos por las serpientes dirigimos nuestra mirada a ella, pues ahí está clavado nuestro Redentor, quien murió por nosotros, para redimirnos de todas las mordidas. Moisés levantó aquel estandarte en el desierto, Jesús dice a Nicodemo que ahora, de la misma manera, el Hijo del hombre tiene que ser elevado en la cruz. ¿Por qué?, ¿por qué ese lugar de infamia?, ¿por qué esa analogía pavorosa con la serpiente venenosa? Porque allí, en lo alto del madero, Jesús asume todas nuestras idolatrías, todos nuestros pecados; pero también todos nuestros sufrimientos y decepciones, que lo deforman, haciendo de él carne de serpiente venenosa, carne de pecado, carne de idolatría, carne de sufrimiento, carne de decepción. Todo lo hace suyo, deformando su propia carne, carne de Dios, entregando su vida y su diáfana limpieza por nuestra salvación, para que se borren nuestros pecados y nuestras idolatrías y nuestros sufrimientos y nuestros desfallecimientos. La condición es aceptar ser levantado en lo alto del estandarte del leño. Cuerpo transido por el pecado, por nuestro pecado, él, cordero inocente, que muere en la cruz por nosotros, para que así en él tengamos vida eterna.

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